Reflexiones sobre Christa T. 31 Ago 2017
Revista Otra parte | Demián Paredes
¿Qué resta hacer con los restos de una vida? Una posibilidad, para quien escribe “ficción”, es compaginar e imaginar. Eso es lo que hace Christa Wolf en Reflexiones sobre Christa T., novela que se compone tanto de papeles que aparecieron tras la muerte de su amiga —la T. del título— como de hipótesis, suposiciones y proyecciones ante diversas lagunas (desconocimientos) sobre su persona y avatares —en este caso, se habla de una muerte temprana—. Un relato que se basa en la historia y la biografía —pública y privada—, y que se acrecienta con el poder de la imaginación literaria.
También llamado “informe” por la propia autora, Reflexiones… no pretende aleccionar ni destacar o exaltar algún rasgo “ejemplificador” de su amiga. Por el contrario, en aras de combatir el olvido —aunque no sólo con su contraparte, la memoria, señalada como apenas un “consuelo”—, intenta abarcar al ser globalmente, desde la infancia hasta la tumba (“cuatro lugares de residencia. Dos profesiones. Un marido, tres hijos. Un viaje. Enfermedades, paisajes”), sin desmerecer ningún recurso. Y aunque hay claras marcas y referencias históricas (por ejemplo, la concurrencia de las dos muchachas a la escuela “Hermann Göring” hacia el final de la Segunda Guerra Mundial; unos años después, “las luchas de Budapest”), los hechos y el azar confunden a quien relata; así, se le hace “difícil distinguir: lo que se sabe con seguridad y desde cuándo; lo que nos reveló ella y lo que nos revelaron otros; lo que agrega su legado, lo que también él esconde; lo que hay que inventar en aras de la verdad”. Cruce de registros y voces, difuminación de sus fronteras, saltos temporales: Reflexiones… es una obra de múltiples dimensiones; incluso se presenta por momentos como un “diario de trabajo”, donde la autora comenta los problemas y dilemas, las encrucijadas en que se halló. La reconstrucción con voces y recuerdos, papeles e imaginería deviene en una escritura proliferante y delicada: desde la narración “objetiva”, pasando por la “puramente imaginada” (o presupuesta), hasta el diálogo franco con el lector, face to face. Es una herida de la vida, transformada —en cada página, por medio de la escritura— en el territorio de una ausencia presente.
Como recordó en una nota el poeta y periodista Juan Gelman, Wolf vivió toda clase de peripecias en relación con el poder del Estado: por su melancolía crítica respecto a la vida en Alemania oriental, su lugar de residencia, recibió críticas en su momento por parte del régimen estalinista de la RDA: esta segunda novela se alejaba de la primera (compatible con el exigido “realismo socialista”) y se adentraba en el territorio de la individualidad (tachada de “burguesa” o “pequeñoburguesa”). Expulsada con motivo de Reflexiones… del gobernante Partido Socialista Unificado, denunció, en 1990 —con un libro escrito en 1979 pero no publicado entonces— el espionaje de la Stasi, y luego se conoció que ella misma había sido “informante”, tempranamente, entre 1959 y 1962.
Reflexiones sobre Christa T., como otras obras posteriores de Wolf —Casandra(1983) y Medea (1996)—, encaran la posición del individuo en la sociedad, en diversas situaciones, y especialmente la condición femenina, problematizando el lugar político, social, familiar, que ha tenido que soportar y enfrentar la mujer a la largo de la historia.