Cómo hacer de verdad cosas con palabras 20 Mar 2022
Radar Libros | Página 12 | Susana Cella
A partir de la célebre pregunta del lingüista John Austin acerca de cómo hacer cosas con palabras, la filósofa Barbara Cassin analiza las performances de la verdad y la posverdad, desde Homero y Gorgias a la Comisión Verdad y Reconciliación en Sudáfrica.
Siempre es provocativa la pregunta ¿Cómo hacer cosas con palabras? Y más si como en este caso, se agrega ¿Cómo hacer de verdad cosas con palabras? La referencia obligada en el tema es la teoría lingüística postulada por John Austin, cuya obra Cómo hacer cosas con palabras fue publicada póstumamente en Inglaterra en 1962 a partir de las conferencias que diera en 1955 sobre usos y sentidos del lenguaje. Cassin analiza las hipótesis de Austin partiendo de la primera distinción que éste hace entre los enunciados constatativos y los performativos. En el primer caso se dice algo sobre alguna cosa, por ejemplo “El gato está sobre el felpudo”, lo cual puede ser verdadero o falso. En el segundo, el enunciado instaura un hecho, así: “Se abre la sesión”. Pero luego Austin hace una segunda clasificación tripartita: diferencia entre el acto constatativo, del ilocutorio –al decir queda hecho algo-, del perlocutorio, que implica que por el hecho de decir algo se produce un efecto. Si Cassin se remite a Austin por su distinción de los actos de habla, no deja de señalar con el “embrollo de Austin” ciertas zonas que quedan en entredicho, así, entre el acto ilocutorio y perlocutorio donde habría fronteras lábiles, del mismo modo, reconsidera la relación entre estos actos, en especial los denominados performativos con el cercano término de performance (actuación, puesta en escena), por tanto dice que en su propuesta de “cómo hacer de verdad cosas con palabras”, le importa especialmente analizar “perfomances de lo performativo: Homero, Gorgias y el pueblo arco iris”, este último refiere a Sudáfrica.
La performance discursiva de Cassin destaca tres enunciados: “Yo te tomo las rodillas” (En la Odisea), “Este es mi cuerpo” (La Biblia), “Se abre la sesión”, a los que define como el “performativo pagano, cósmico y poético”, del “cristiano, religioso y sacramental” y del “secularizado, socializado o sociologizado, a los que une un rasgo común: “la manera en que un enunciado es por sí mismo un acto”. Con lo cual aparece la “tercera dimensión del lenguaje, que no es 'hablar de', ni ´hablar a´ convincente, según el régimen de lo persuasivo y lo no-persuasivo que la filosofía asigna a la retórica, sino simplemente ´hablar´ y con eso producir inmediatamente un efecto-mundo, hacer cosas con las palabras”.
Cassin insiste en esto que llama “efecto-mundo” para sostener el poder del lenguaje no meramente denotativo.
En lo que refiere Cassin, es preciso reponer el contexto en que en la Odisea, lo dicho es un hecho. Ulises se enfrenta a Nausica, es un náufrago, la expresión “te tomo las rodillas” es sinónima de “me arrodillo ante ti”. Pero Ulises no lleva a cabo el acto de abrazarle las rodillas sino que se lo dice, tal acto de respeto es equivalente a que se hubiese arrodillado ante ella. Y tiene su efecto (lo ilocucionario y lo performativo en tal performance discursiva se aúnan). Ella acepta tal declaración y responde en consecuencia. Así, en el relato de Homero, este discurso tiene el rasgo de pertinencia, señalado por Austin. En el sofista Gorgias que establece: “el discurso es un gran señor que con el más pequeño y el más inaparente de los cuerpos performa los actos más divinos” (Tratado del no-ser y Elogio de Helena), se muestra que la verdad valor del origen, es el resultado pertinente de una perfomance y sus efectos antes que una verdad a priori, y en el discursos de la Comisión Verdad y Reconciliación, se busca no toda la verdad, sino la “suficiente” para obtener los enunciados que permitan garantizar la convivencia en el pueblo del arco iris (los sudafricanos).
Al cabo de toda esta exposición emerge la cuestión inherente a lo discursivo/ fáctico en la actualidad cuando Cassin plantea el tema de la pos verdad. Cita una definición del Oxford English Dictionary de 2016: “Circunstancias en las cuales los hechos objetivos tienen menos influencia para formar la opinión pública que la apelación a la emoción o creencias personales”. No parece ocioso citar la indagación de Cassin sobre el término: según ella habría sido inventado el término “política pos- verdad” por un bloguero llamado David Roberts, que en 2010 la define como “una cultura política en la cual la política (la opinión pública y los relatos de los medios) se ha vuelto casi enteramente desconectada de la política (la sustancia de la legislación)”. Cassin se pregunta entonces qué es lo que hace que esto “post” llegue a imperar en la comunicación, con fake, alternative facts, additional facts, alternative information que se sitúan en el corazón de la mentira (fake, pseudos en griego) esparcidas en Internet semejando hechos con el objetivo de influir sobre la opinión política. Cassin busca la etimología de “fake” y encuentra mucho: latín, francés, inglés: “facere y fuck” dice ella, y lanza una propuesta que a todas luces debe ser tomada, si estamos en este reino de los actos de habla donde el ilocutorio y el performativo paracen aunarse en la performance, la actuación, la puesta en público, los media, “hay como para hacer algo”.
Vale resumir que el ya mencionado recorrido que hace Cassin parte de la propuesta de visualizar esa “tercera dimensión del lenguaje” que tiene como centro lo que podríamos denominar el discurso instituyente. En la primera parte de su ensayo, con su saber sobre autores griegos, va a contrastar a Platón, Aristóteles, Gorgias y Homero en comparaciones más que exactas para señalar la importancia del pensamiento “sofista” en contraposición con la afianzada tradición clásica.
En la segunda parte del ensayo encara la relación entre “performance” y performativo para indagar entre la fuerza del enunciado y sus efectos con lo cual pone de manifiesto qué implica una consigna como “Yes, we can”. Encara en la tercera parte la acción de la actuación política centrada en Desmond Tutu, Austin y la política y ahí revisa la muy cuestionada idea de que se obtuviera la amnistía a cambio de relatar la verdad de lo acontecido en la represión del apartheid, y hace hincapié en la transformación discursiva que permite convertir el relato del represor en punto de viraje para una fundación de un discurso básico de otra verdad, “suficiente” para serlo. Las citas y comentarios de Cassin, en su amplio espectro, logran vincular autores como Gorgias, Tutú, Arendt, Butler y muchos más, que hábilmente ensambla en este texto, complejo, que tiene como objetivo principal lo que plantea al inicio: las palabras pueden ser y son actos políticos cargados de hechos y sentidos.